miércoles, 27 de octubre de 2010

ARTE IMPRESIONISMO

El fenómeno artístico más significativo de la segunda mitad del siglo XIX (1860) es el surgimiento en Francia del movimiento pictórico del Impresionismo, que afirmó su espontaneidad creadora frente a todas las reglas académicas y buscó el valor de sus pinturas en la percepción inmediata de los colores. Es decir: apareció como reacción contra el arte académico.
El movimiento impresionista se considera el punto de partida del arte contemporáneo.
El impresionismo en pintura partió del desacuerdo con los temas clásicos y con las encorsetadas fórmulas artísticas preconizadas por la Academia Francesa de Bellas Artes. La Academia fijaba los modelos a seguir y patrocinaba las exposiciones oficiales del Salón parisino. Los impresionistas, en cambio, escogieron la pintura al aire libre y los temas de la vida cotidiana. Su primer objetivo fue conseguir una representación del mundo espontánea y directa, y para ello se centraron en los efectos que produce la luz natural sobre los objetos.
Los pintores impresionistas celebraron la visión aplastante de naturaleza vista en el esplendor de luz natural - el alba, la luz del día o el crepúsculo. Estos pintores estuvieron fascinados por la relación entre la luz y el color. Fueron muy radicales en su opción de materia, evitando temas tradicionales históricos, religiosos o románticos para concentrarse en paisajes y las escenas de vida diaria.
Los impresionistas se preocuparon más por captar la incidencia de la luz sobre el objeto que por la exacta representación de sus formas, debido a que la luz tiende a difuminar los contornos y refleja los colores de los objetos circundantes en las zonas de penumbra. Los pintores académicos definían las formas mediante una gradación tonal, utilizando el negro y el marrón para las sombras. Los impresionistas eliminaron los detalles minuciosos y tan sólo sugirieron las formas, empleando para ello los colores primarios —cyan, magenta y amarillo— y los complementarios —naranja, verde y violeta—. Consiguieron ofrecer una ilusión de realidad aplicando directamente sobre el lienzo pinceladas de color cortas y yuxtapuestas, que mezcladas por la retina del observador desde una distancia óptima aumentaban la luminosidad mediante el contraste de un color primario (como el magenta) con su complementario (verde). De este modo, los impresionistas lograron una mayor brillantez en sus pinturas que la que se produce normalmente al mezclar los pigmentos antes de aplicarlos.
En el siglo XVII Jan Vermeer había utilizado fuertes contrastes de luces y sombras para bañar sus lienzos de luz natural. Diego Velázquez en el mismo siglo y Francisco de Goya a finales del siglo XVIII captaron la impresión lumínica mediante la eliminación de sombras secundarias y la introducción de zonas de luz en detrimento de la nitidez de los contornos. Su pincelada también preludió la de los impresionistas franceses.
Aunque los hallazgos del impresionismo francés resultaron decisivos para la pintura del siglo XX, los intentos por plasmar los efectos de la luz natural no eran nuevos. El impresionismo francés influyó en artistas de todo el mundo.
El nombre del movimiento ha sido inspirado por una de las pinturas de Claudio Monet.
El principal precursor del movimiento impresionista fue Edouard Manet y las figuras principales del movimiento fueron: Edgar Degas, Claude Monet, Berthe Morisot, Camille Pissarro, Auguste Renoir y Alfred Sisley.





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